Platero es un mundo de plenitud sensorial. Las palabras
son la armonía rítmica de un universo que se mueve entre los meandros de un
memoria fértil y un presente de felicidad inocente, pero nada infantil.
Juan Ramón Jiménez es un poeta en busca de la felicidad y
la belleza de las pequeñas cosas, que son las emocionantes y grandes cosas de
la vida.
La vida es respirar, reír, mirar, descubrir, asombrarse,
morirse, renacer…. percibir los muchos mundos que hay en los pequeños mundos
que comprenden la gran aventura de la existencia.
Platero es vital e inteligente y sobre todo tiene una enorme
capacidad de sorpresa ante los misterios de la naturaleza.
Los niños se identifican , no con un burro o un burrito,
sino con la mirada de feliz asombro del hombre y el animal que en sus aventuras
cotidianas descubren los misterios de las emociones.
Nuestro trabajo es sencillo. Un circulo, dos lectores, (Magda
y Agustín) que van contando, narrando sensorialmente, las historias de Platero.
Las voces se desdoblan, juegan, intercambian entre ellas las palabras del poeta,
para que las imágenes y el intensa emotividad del texto brote con la misma intensidad
que Juan Ramón puso en escribirlo.
Es por ello necesario que el grupo no sea muy grande. No
mas de 45 niños. Un espacio recogido, de cierta intimidad, para que el ritmo y
las musicalidad de las palabras pueda ser escuchado concentradamente.
Nos miramos, hablamos con ellos, introducimos a Juan Ramón
Jiménez, premio Nobel, exiliado, andaluz de Moguer, republicano que creía en la
educación y la cultura de las inmensas minorías.
Y para esas inmensas minorías de niños hacemos este trabajo.
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